Esta evocadora condición forastera resulta muy fácil de
sentir en las viejas fronteras, en lugares como la ciudad de Badajoz,
acostumbrada a ser guarnición de primer destino para jóvenes militares ávidos
de ascensos o una apartada capital administrativa, donde iniciar el recorrido escalafonal
del funcionario aplicado o idealista. Muchos serán los que, igual que Giovanni
Drogo en la fortaleza Bastiani de El desierto de los tártaros, tengan la
necesidad de quedarse, pero la mayoría acabará por marchar con el ascenso
correspondiente y, como quiera que la ciudad pervive en su memoria y el
recuerdo siempre evoca años de una juventud saludable y plena de ilusiones, el
forastero recordará siempre Badajoz como un pequeño paraíso cerrado al que
volver para rendir culto a su mejor yo o a los mejores años de su vida.
Jesús García Calderón: Una ciudad traicionada. La ciudad de
Badajoz como temperamento.
Foto: Alcazaba de Badajoz, Extremadura, España © Juan Medina