Una vez me tumbé en la orilla con los ojos cerrados,
escuchando el sonido que hacía el agua
y el viento en las copas de los árboles. El mismo viento
que sopla en el Estrecho pero diferente, también.
Durante un rato incluso me permití imaginar que había muerto
y eso estuvo bien, al menos durante un par
de minutos, hasta que la realidad caló en mí: Muerte.
Cuando estaba allí tumbado con los ojos cerrados,
justo después de haber imaginado qué ocurriría
si de veras nunca me levantara otra vez, pensé en ti.
Entonces abrí los ojos, me levanté
y volví a sentirme feliz otra vez.
Te lo debo a ti, ya ves. Quería decírtelo.
Raymond Carver: Para Tess. Donde el agua se une a otras aguas.
Foto: Fiordo Quitralco, Aysén, Chile © Juan Medina