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Me esfuerzo en ver los dos –respondió Escobedo-: el lado del sol y el lado
de la sombra. Creo que sí, que en cada acción, en cada hombre, hay luz y hay
oscuridades, hay también casi siempre una faz seria y trágica y otra burlona y
grotesca. Yo, a fuerza de mirar continuamente la faz trágica, comienzo a ver la
grotesca.
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¿Y de qué le sirve a usted eso? –preguntó don Gil.
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De mucho. De un hombre fúnebre y lacrimoso, me voy transformando en un
misántropo jovial. Cuando llegue a viejo pienso ser alegre como unas
castañuelas.
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¡Filosofía griega! –dijo con desdén don Gil.