Puedes salir de la librería contento, hombre que creías
terminada la época en la que uno puede esperar algo de la vida. Llevas contigo
dos expectativas distintas y ambas prometen días de gratas esperanzas: la
expectativa contenida en el libro —de una lectura que estás impaciente por
reanudar—, y la expectativa contenida en ese número de teléfono —de volver a
oír las vibraciones, ora agudas, ora veladas de esa voz, cuando responda a tu
primera llamada, dentro de no mucho, incluso mañana mismo, con la frágil excusa
del libro, para preguntarle si le gusta o no le gusta, para decirle cuántas
páginas has leído o no has leído, para proponerle volveros a ver...
Tu lectura ya no es solitaria: piensas en la Lectora que en
este mismo momento está abriendo también ella el libro, y hete aquí que a la
novela por leer se superpone una posible novela por vivir, o mejor dicho: el
inicio de una posible historia.
Italo Calvino: Si una noche de invierno un viajero.