Dios lo ha concebido todo de antemano. Nada tenemos que
resolver nosotros: se ha resuelto todo para nosotros. No debemos hacer sino
derretirnos, disolvernos, flotar en la solución. Somos peces solubles y el mundo
es un acuario.
Alexandros estaba haciéndome señas. El almuerzo estaba
listo. Vi que había puesto la mesa sólo para mí. Insistí en que pusiera un
plato para él. Me costó convencerlo para que lo hiciese. Tuve que rodearlo con
mi brazo, señalar al cielo, barrer el horizonte, incluirlo todo en un gran gesto
antes de poder inducirlo a que accediera a compartir la comida conmigo. Abrió
una botella de vino tinto, un vino espeso y embriagador que nos situó
inmediatamente en el centro del Universo con unas aceitunas y un poco de jamón
y queso.
Henry Miller: El coloso de Marusi.
Foto: Paleokastritsa, Corfú, Grecia © Juan Medina