Joseph Roth: La Cripta de los Capuchinos

 






Muy a menudo me acordaba de que los soles y las estrellas, hijos e hijas del cielo, habían querido bajar para alumbrar la ciudad de Viena y llenar de plata las noches de mi juventud. Las faldas de las chicas de la calle, en la Kärntnerstrasse, llegaban entonces hasta el tobillo; cuando llovía, esas dulces criaturas se remangaban los vestidos y yo veía sus botas tentadoras hasta el tobillo. Después entraba en Sacher para ver a mi amigo Sternberg; estaba sentado siempre en el mismo palco, y siempre era el último en irse. Nos podíamos ir a casa juntos, pero éramos jóvenes, la noche era joven (aunque ya avanzada), las chicas de la calle eran también jóvenes, especialmente las maduras, y también eran jóvenes las farolas.

Joseph Roth: La Cripta de los Capuchinos.



Foto: Badajoz, Extremadura, España  © Juan Medina