El interventor deseaba en el fondo que alguna vez no lo despertaran los ruidos ni las voces, que llegaran como verdugos sigilosos y lo prendieran de una vez y se consumiera su vida entre las llamas, reo de la hoguera como en tiempos de herejía, porque no le quedaba una pizca de apego a la vida. Prefiero morir, le dijo una mañana al joven de la cantina, por eso soy inmortal.
Gonzalo
Hidalgo: Paradoja del interventor.
Foto: Ejército de terracota, tumba del emperador Shihuang Di, Xi’an, China ©
Juan Medina